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Me encantan los mantras. He tenido la oportunidad de acompañar a grandes artistas de Kirtan como Jai Uttal, Kevin James, Ravi Ram , Brenda McMorrow , Joan Condal y Manu Om entre otros, siempre fascinado por la intensidad y el poder de este tipo de práctica. A la vez, siendo parte del grupo de canto de armónicos Muom, he cultivado yo mismo otro tipo de canto, uno que no usa palabras sino tan solo el sonido, puro y cristalino, para que la escucha pueda pentrar en él y descubrir su infinidad de matices. Quizás es gracias a estas dos influencias que he empezado a desarrollar una práctica de canto vibracional que incorpora elementos tanto del tonning como de los mantras clásicos, y que he llamado mantras laicos.
Los mantras laicos son una herramienta que se enmarca dentro de la sonoterapia (la cual, des de mi punto de vista, está incluida en la musicoterapia) , pero son una herramienta activa, en la que la persona no se dispone a recibir sonido des del exterior sino que es ella misma la que genera la fuente de sonido. Ello le da la capacidad de modular todos los parámetros del sonido (altura, intensidad, timbre y duración) a voluntad, con todo el empoderamiento, la precisión y la libertad que esto conlleva.
Los mantras laicos son un tipo de canto en el que se usa una combinación repetitiva de diferentes vocales, consonantes y frecuencias sin ningún significado específico ni referencia a ninguna tradición. Usamos el canto como una herramienta para hacer resonar el cuerpo y entrar orgánicamente en un estado de presencia y relajación profunda, facilitando un masaje sonoro que estimula los diferentes centros energéticos (chakras). Una vez aprendido, lo podrás aplicar tu mismx cuando y donde quieras.
Según mi punto de vista y mi propia experiencia, no hay unas frecuencias que universal y objetivamente se puedan asociar a los distintos centros energéticos. La vibración física que se puede percibir en nuestro cuerpo cuando cantamos con la intención de hacerlo resonar no solo tiene que ver con la frecuencia (nota) que estamos entonando sino también con la intensidad y con el timbre. Éste último depende de la calidad de nuestra voz y del fonema que estemos pronunciando. La frecuencia es pues un aspecto relevante, pero no decisivo. Es por ello que no comparto , al menos dentro del contexto de la práctica vocal, la concepción bastante extendida (no sé porqué) de que a cada chakra le corresponde una frecuencia específica. Claro, los chakras son centros energéticos, no físicos. Pero en los mantras laicos lo que (al menos inicialmente) nos entrenamos en percibir son las vibraciones físicas que se producen en las distintas áreas de nuestro cuerpo, en las cuales están las glándulas que se corresponden con los distintos chakras.
Finalmente, y ésta quizás me parece la cuestión más fundamental, podemos estar entonando una nota y no percibir ninguna vibración en nuestro cuerpo. Pero ello no significa que no la haya. Nuestra percepción es a menudo superficial porque nuestra mente y nuestros pensamientos tienen secuestrada nuestra atención. Es a través de la concentración que la percepción se puede empezar a abrir a lo sutil y podemos empezar a notar lo que antes no notábamos, no porque no estuviera allí sino porque no eramos capaces de notarlo. De la misma manera que en el canto de armónicos el oído tiene que entrenarse para poder percibir las frecuencias menos obvias y más sutiles, o de la misma manera que el paladar tiene que educarse para poder captar y nombrar todos los matices que se esconden en un buen vino, en la práctica que proponemos también hay un proceso de sensibilización a través del cual nuestra percepción se abre y va más allá de su rango habitual
Puedes leer aquí el artículo que publiqué en la revista Cuerpo y Mente hablando sobre música y salud